Uno de los mantras más repetidos en el mundo de la inversión es que la inestabilidad política repercute negativamente en los mercados financieros, esto es totalmente cierto pero tenemos que ver el porqué. En periodos próximos a elecciones donde se prevea un cambio del partido gobernante o si para gobernar va a necesitar el apoyo de algún partido que pueda poner en peligro los principios básicos del crecimiento económico.
En España actualmente tenemos un buen ejemplo, creo que desde hace décadas que no se ve una situación política similar. Venimos de comunidades autónomas gobernadas, casi todas, por un único partido por mayoría absoluta el cual no ha tenido que depender de pactos y malabarismo para gobernar. A partir de ahora eso se ha terminado, no hay mayorías absolutas pero lo que teme el mercado no es eso, lo que teme el mercado es con qué tipo de partidos se tiene que pactar para llegar al poder.
Podemos no es sinónimo de buenas perspectivas para las empresas y eso se nota en sus cotizaciones bursátiles. Y algunos candidatos a gobernar ayuntamientos tampoco ayudan con sus declaraciones de querer desobedecer leyes.
Perspectiva impositiva y económica
Ante la posible entrada de un partido que tiene unas ideas económicas contrarias a las que favorecen a las empresas se crea un clima de incertidumbre entre estas que lleva a un aplazamiento de inversiones y de contratación hasta que la situación se aclare.
Las empresas tienen un plan de inversiones para crecer que, en muchas ocasiones, se planifica con bastantes años de antelación suponiendo un clima político estable y una situación jurídica e impositiva similar a la actual. Cuando eso se pone en duda las empresas tienden a frenarlas hasta que el panorama se despegue, por lo tanto aunque al final la cosa se quede en nada ya se ha provocado un freno de las inversiones que puede comprometer el crecimiento esperado.
En caso de que el nuevo partido que puede tocar poder abogue por un incremento del gasto público el mercado reacciona a la previsible subida de impuestos que se llevará a cabo para financiar todo este gasto. Las rentas de capital y el incremento de las tasas a la empresas son las primera que se suelen plantear por lo que provoca dos efectos: el primero es que es menos atractivo invertir en la renta variable de este país por lo que los inversores van vendiendo sus títulos para buscar otros mercados más amables, el segundo es que si las empresas tienen que soportar una mayor carga impositiva eso afectará a sus cuentas de resultados por lo que los inversores estarán dispuestos a pagar menos por cada una de sus acciones.
Los sectores regulados (o que buena parte de sus ingresos provienen de contratos públicos) son los primeros que notan este efecto en bolsa y son los que más caídas experimentan: el sector energético, las constructoras que tienen concesiones municipales, sociedades rectoras de las bolsas que pueden sufrir con nuevos impuestos. Y otros que están en el punto de mira porque son acusados de todos los males de esta sociedad por los que nos quieren gobernar: el sector bancario.
Por lo tanto, inestabilidad política, económica e impositiva hace que los actuales accionistas se planteen salir y los que no lo son no se planteen entrar. La inversión que viene del extranjero es la que más se verá afectada.
El dinero es miedoso
¿Os habéis fijado que cuando una empresa tiene una tendencia positiva va subiendo muy poco a poco y cuando cae lo hace de forma brusca? Esto es porque el dinero es miedoso, nos aterra más perder una determinada cantidad que lo que nos complace ganarla.
Una empresa necesita ir creciendo, mejorando sus cuentas e ir mostrando una evolución positiva para que poco a poco inversores vayan entrando en su capital para formar parte de un proyecto que está siendo bien gestionado. Necesitamos una muy buena evolución para invertir nuestro dinero pero sólo una mala noticia para retirarlo rápidamente. Por eso las caídas suelen ser bruscas y las subidas suaves. Se suele decir que el precio sube por las escaleras y baja por el ascensor, nos aterra perder y aunque invirtamos en renta variable el riesgo (si significa perder) no nos acaba de gustar.
Pues lo mismo pasa en un país: tiene que mostrar una buena evolución, unas reformas que intenten garantizar un crecimiento futuro, una gestión que arroje unos buenos balances para que el dinero vuelva a entrar, ya sea a través de la bolsa por parte de inversores o a través de inversión directa por parte de las empresas. Pero como hemos comentado antes sólo hace falta una mala noticia o incertidumbre para que este ritmo de inversiones se pare y una vez parado es difícil volver a ponerlo en marcha.
Creo que eso es lo que está pasando, se va a frenar la atracción de capital por las dudas y después de las elecciones, según el resultado, y las medidas del gobernante, se verá si se revierte la situación o va a más.